viernes, 20 de diciembre de 2013
martes, 5 de noviembre de 2013
Llegando a los finales del aniversario: CHAVICAR Y PROYECTO HOMBRE
El 7 de noviembre, última charla del ciclo de jornadas de exposición pública sobre Cáritas La Rioja y sus fundaciones | ||||||||||
Este 2013 es un año especial para Cáritas La Rioja. La entidad cumple su 50 aniversario y por este motivo está organizando diversos actos. Entre ellos destaca "50 años trabajando por la justicia en La Rioja", un ciclo de jornadas de exposición pública sobre del trabajo de Cáritas y sus fundaciones. Tras siete charlas, este jueves, 7 de noviembre, a las 20 h., en el Ateneo Riojano (Muro de Cervantes, nº1, 1º. Logroño) tendrá lugar la última. Bajo el título "Fundación Cáritas Chavicar y Proyecto Hombre La Rioja, dos entidades de Cáritas La Rioja", intervendrán Luis Lleyda, director de Cáritas La Rioja y presidente de ambas entidades; Jesús Pablo Romero, gerente de Fundación Cáritas Chavicar; y David García, director de Proyecto Hombre La Rioja.
¡Os esperamos!
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Qué sabes de... Fundación Cáritas Chavicar | ||||||||||
Es una entidad sin ánimo de lucro que nace en 1988 como recurso especializado de Cáritas La Rioja para ofrecer una salida laboral a colectivos vulnerables. Por aquellos años se utiliza como fuente de recursos la recogida de CHAtarra, VIdrio y CARtón, de ahí su nombre. Actualmente, Fundación Cáritas Chavicar es una entidad profesional que ofrece servicios integrales en la gestión de todo tipo de residuos, pero su motor es el mismo: conseguir la inserción sociolaboral de las personas con más dificultades para acceder a un empleo.
Más información: www.chavicar.es
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Qué sabes de... Proyecto Hombre La Rioja | ||||||||||
En 1990 abre sus puertas la Fundación Centro de la Solidaridad de La Rioja, nombre oficial de Proyecto Hombre La Rioja. La entidad ofrece un conjunto de programas de tratamiento y de rehabilitación a personas con adicciones desde la experiencia de sus 14 profesionales (psicólogos, terapeutas, trabajadores sociales, antropólogos, educadores sociales…). Además es pionera en el desarrollo de programas de orientación y atención a las personas del entorno socio-familiar, así como en el desarrollo de talleres y actividades de prevención y sensibilización a toda la población.
Más información: www.proyectohombrelarioja.es
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domingo, 13 de octubre de 2013
Informe de Caritas Nacional: memorio y Obsevatorio de nuestra realidad
Cáritas. 10 de octubre de 2013.- Los datos aportados por la memoria 2012 de Cáritas y el viii informe de la realidad social (ORS) muestran un escenario de luces y sombras. A esta realidad se han referido esta mañana en Madrid, durante el acto de presentación de ambos documentos, el obispo responsable de Cáritas en la CEPS (Comisión Episcopal de Pastoral Social), monseñor Alfonso Milián; y el presidente y secretario general de Cáritas Española, Rafael del Río y Sebastián Mora, respectivamente.
70.000 voluntarios y 276 millones de euros invertidos
Por una parte, el apoyo social a Cáritas en todo el país sigue subiendo, como demuestra el número de 70.229 voluntarios que durante 2012 (un 9,3% con relación a 2011) participaron en las acciones de lucha contra la pobreza desarrolladas en todo el país por las 70 Cáritas Diocesanas y las más de 6.000 Cáritas Parroquiales que integran la Confederación. Esa tendencia es similar a la que refleja la evolución de los recursos invertidos, que ascendieron a 276.272.706 euros durante el último año, lo que supone un aumento de 25,5 millones de euros (10,2%) con relación a 2011.
Pero, por otra parte, el VIII Informe del ORS de Cáritas constata la existencia en España de situaciones y hechos que indican un creciente empobrecimiento de la sociedad y el aumento del riesgo de fractura social. Más allá de la coyuntura de la crisis, este deterioro está consolidando una nueva estructura social donde crece la espiral de la escasez y el espacio de la vulnerabilidad.
Cinco millones de personas acompañadas
La respuesta de la sociedad a este incremento de la desigualdad se refleja en los datos recogidos en la Memoria anual de Cáritas. Así, de los 276 millones de euros invertidos en 2012,casi 194 millones (el 70,20% del total de recursos) proceden de aportaciones privadas, lo que supone un incremento de 27,7 millones de euros con relación al ejercicio anterior. Los fondos públicos manejados por Cáritas ascendieron a 83,3 millones de euros (29,80% del total).
Gracias al trabajo gratuito de los 70.000 voluntarios y la actividad de 4.253 personas contratadas, Cáritas ha podido aportar soluciones y oportunidades a las personas más expuestas a la pobreza. En 2012, la red parroquial y diocesana de la Confederación Cáritas construyó oportunidades y procesos para 4.929.361 personas en situación de mayor exclusión social. De ellas, 1.904.737 fueron acompañadas en España y 3.024.624 en los países del Sur.
Los mayores esfuerzos dedicados por la Confederación a reducir el impacto de la precariedad como consecuencia de la crisis se destinaron, en la misma línea de prioridades de los últimos años, a programas como los de Empleo e inserción laboral (25 millones € invertidos), Vivienda(5,8 millones €) o Acogida y atención primaria (60,6 millones €).
Además, durante 2012 Cáritas reforzó su acciones para las personas más vulnerables, como Mayores (32,8 millones €), Personas Sin Hogar(22,4 millones €), Infancia (12 millones €), Familia (10,7 millones €),Inmigrantes (7,2 millones €), entre otros.
Este compromiso de Cáritas con las víctimas de la pobreza se ha llevado a cabo por encima de las fronteras, al destinar 29,4 millones de euros en 2012 a proyectos de cooperación internacional.
Esfuerzo de austeridad
Aunque los recursos manejados el último año han crecido por encima del 10 por ciento, Cáritas ha conseguido mantener los mismos niveles de máxima austeridad de los últimos cinco años, al destinar a gastos de gestión y administración sólo 6,7 céntimos de cada euro invertido.
Constataciones del VIII Informe del ORS
El VIII Informe del Observatorio de la Realidad Social de Cáritas, presentado de manera simultánea a la Memoria anual de actividades, permite conocer, a la luz de la propia experiencia de trabajo de los servicios de Acogida y Atención primara de Cáritas en todo el país, cuál es la situación social del momento actual.
Según se recoge en su resumen ejecutivo, las constataciones más relevantes del Informe son las siguientes:
1. Nuestro modelo económico se caracteriza por el comportamiento “contracíclico” de la desigualdad en la renta, que aumenta en etapas de recesión, pero que no reduce las diferencias cuando se registra expansión económica.
2. En los últimos años se ha producido un descenso de la renta media, lo que supone un proceso de empobrecimiento de nuestra sociedad, que afecta especialmente a las personas y familias más vulnerables.
3. La pobreza severa (con menos de 307 € al mes) alcanza ya a 3 millones de personas, el doble de los que estaban en esta situación antes de la crisis.
4. Asistimos al aumento de la cronicidad, constatado en el incremento de los parados de larga duración, especialmente el grupo de mayores de 50 años, y en el hecho de que una de cada tres personas atendidas en Cáritas lleva más de tres años demandando ayuda. Esta situación afecta también a las relaciones sociales y al horizonte vital de las personas.
5. Se incrementa la desigualdad en España, con el valor más elevado de toda Europa: el 20% de la población más rica concentra 7,5 más riqueza que el 20% más pobre.
6. Está tendencia corre el riesgo de verse incrementada por el elevado nivel de desempleo; la pérdida de capacidad adquisitiva de la población (descenso de la renta media desde 2007 en torno a un 4% y aumento de los precios en torno al 10%); y eldebilitamiento de las políticas sociales y el recorte progresivo de derechos.
7. Existen necesidades básicas (alimentación, gastos relativos a la vivienda, ropa y calzado…) que no están cubiertas desde nuestro modelo de bienestar.
8. Aquellas personas cuya situación les impide cubrir por sus propios medios estas necesidades, se ven obligadas a acudir a la familia o a entidades sociales de carácter privado en busca de ayuda.
9. Asistimos al riesgo de desbordamiento de la función protectora de la red familiar, que sigue siendo la primera estrategia de supervivencia para hacer frente al impacto de la crisis.
10. La desprotección social de las personas y familias más vulnerables está agravada al restringirse las condiciones de acceso a derechos como la sanidad, la educación, los servicios sociales y la dependencia.
11. Diversos cambios en las políticas sociales tienen consecuencias negativas directas sobre las personas más vulnerables, como el cambio en el sistema de prestaciones sanitarias y grado de cobertura, la modificación de los requerimientos administrativos para el acceso a las prestaciones, o la difícil adaptación de los servicios sociales a las nuevas realidades que ofrece la coyuntura de crisis.
12. Aunque los primeros efectos de la crisis económica se amortiguaron por las prestaciones por desempleo y el apoyo de las familias, el agotamiento de las ayudas económicas, la prolongación de las situaciones de desempleo, las políticas de ajuste y sus recortes, unido a las dificultades en las familias, han creado un caldo de cultivo para la irrupción de una segunda oleada de empobrecimiento y exclusión social con efectos más intensos.
13. Desde que se inició la crisis, Cáritas ha triplicado tanto el número de personas atendidas, hasta alcanzar la cifra de 1.300.914 personas en el año 2012, como el volumen de recursos destinados a ayudas económicas directas a las familias, que fueron de 44 millones de euros el año pasado.
14. Respecto al perfil de las personas acompañadas en Cáritas, las mujeres siguen siendo el rostro más visible de las situaciones de pobreza y exclusión. Se registra, además, un elevado número de desempleados, que han pasado de ser “recientes” –al inicio de la crisis– a ser de larga duración en este momento de consolidación de la estructura, así como los casos de parejas jóvenes (de entre 20 y 40 años de edad) con hijos, la mujeres solas con familiares a su cargo, las personas donde la intensidad laboral del hogar es muy baja y los ciudadanos extracomunitarios.
MEMORIA 2012 VIII INFORME OBSERVATORIO REALIDAD SOCIAL
jueves, 3 de octubre de 2013
Racimo de la Palabra: Domingo 27 -TO - C
Lectura del Profeta Habacuc.
¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que tú escuches? Yo te grito: «¡Violencia!», y tú no salvas. ¿Por qué me haces ver tantas injusticias y tú aceptas el espectáculo de la opresión? Ante mí no hay más que robos y violencia, por todas partes hay querellas y discordias. Y el Señor me respondió: «Escribe la visión, grábala en tablillas, para que pueda leerse con facilidad; pues es aún una visión para una fecha fija, llegará a su término y no fallará; si tarda, espérala, pues llegará en el momento preciso». El que no es justo sucumbirá, pero el justo por su fidelidad vivirá.
SALMO RESPONSORIAL (Ps 95)
Venid, cantemos jubilosos al Señor,
aclamemos a la roca que nos salva;
vayamos ante él a darle gracias
y a cantar himnos en su honor.
Venid a adorarlo, hinquemos las rodillas
delante del Señor, nuestro creador.
Porque él es nuestro Dios y nosotros su pueblo,
las ovejas que él guarda.
«No endurezcáis vuestro corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto,
cuando vuestros padres me desafiaron
y me pusieron a prueba
aunque habían visto mis obras».
Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo.
Querido hermano: Te recomiendo que reavives la gracia de Dios, que te fue conferida por la imposición de mis manos. Pues el Señor no nos ha dado espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de prudencia. Así pues, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero. Al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el evangelio, con la ayuda del poder de Dios, Conserva como modelo de sana doctrina lo que oíste de mí, con la fe y el amor de Cristo Jesús. Guarda este preciado depósito con la ayuda del Espíritu Santo, que habita en nosotros.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas. (Lc 17, 5-10)
En aquel tiempo los apóstoles dijeron al Señor: «Acrecienta nuestra fe». Y el Señor dijo: «Si tuvierais una fe tan grande como un grano de mostaza y dijerais a este sicómoro: Arráncate y trasplántate al mar, él os obedecería». «¿Quién de vosotros, que tenga un criado arando o pastoreando, le dice cuando llega del campo: Pronto, ven y siéntate a la mesa? Más bien le dirá: Prepárame de cenar, y ponte a servirme hasta que yo coma y beba. Después comerás y beberás tú. ¿Tendría que estar agradecido al criado porque hizo lo que se le había ordenado? Así también vosotros, cuando hayáis hecho lo que se os haya ordenado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer».
¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que tú escuches? Yo te grito: «¡Violencia!», y tú no salvas. ¿Por qué me haces ver tantas injusticias y tú aceptas el espectáculo de la opresión? Ante mí no hay más que robos y violencia, por todas partes hay querellas y discordias. Y el Señor me respondió: «Escribe la visión, grábala en tablillas, para que pueda leerse con facilidad; pues es aún una visión para una fecha fija, llegará a su término y no fallará; si tarda, espérala, pues llegará en el momento preciso». El que no es justo sucumbirá, pero el justo por su fidelidad vivirá.
SALMO RESPONSORIAL (Ps 95)
Venid, cantemos jubilosos al Señor,
aclamemos a la roca que nos salva;
vayamos ante él a darle gracias
y a cantar himnos en su honor.
Venid a adorarlo, hinquemos las rodillas
delante del Señor, nuestro creador.
Porque él es nuestro Dios y nosotros su pueblo,
las ovejas que él guarda.
«No endurezcáis vuestro corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto,
cuando vuestros padres me desafiaron
y me pusieron a prueba
aunque habían visto mis obras».
Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo.
Querido hermano: Te recomiendo que reavives la gracia de Dios, que te fue conferida por la imposición de mis manos. Pues el Señor no nos ha dado espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de prudencia. Así pues, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero. Al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el evangelio, con la ayuda del poder de Dios, Conserva como modelo de sana doctrina lo que oíste de mí, con la fe y el amor de Cristo Jesús. Guarda este preciado depósito con la ayuda del Espíritu Santo, que habita en nosotros.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas. (Lc 17, 5-10)
En aquel tiempo los apóstoles dijeron al Señor: «Acrecienta nuestra fe». Y el Señor dijo: «Si tuvierais una fe tan grande como un grano de mostaza y dijerais a este sicómoro: Arráncate y trasplántate al mar, él os obedecería». «¿Quién de vosotros, que tenga un criado arando o pastoreando, le dice cuando llega del campo: Pronto, ven y siéntate a la mesa? Más bien le dirá: Prepárame de cenar, y ponte a servirme hasta que yo coma y beba. Después comerás y beberás tú. ¿Tendría que estar agradecido al criado porque hizo lo que se le había ordenado? Así también vosotros, cuando hayáis hecho lo que se os haya ordenado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer».
sábado, 2 de febrero de 2013
Rio de fiesta: 50 años regando nuestra tierra
Hoy comienza el 50 aniversario del comienzo de Cáritas en nuestra Rioja. Este sábado, 2 de febrero, más de trescientas personas nos daremos cita en el Seminario Diocesano (Avda. de La Paz, 114. Logroño) para participar en el primero de los actos conmemorativos que Cáritas La Rioja organizará en 2013 con motivo de su cincuenta aniversario. Esta jornada de formación y convivencia estará presidida por el Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño, don Juan José Omella. Además, asistirán a los actos el presidente y secretario general de Cáritas Española, Rafael del Río y Sebastián Mora, respectivamente; el director de Cáritas La Rioja, Luis Lleyda; representantes de Cáritas Aragón; autoridades institucionales de La Rioja y un gran número de voluntarios.
La jornada comenzará con un acto de acogida y una oración. A las 11 h., Sebastián Mora impartirá la charla “Cáritas In Veritate”*. A las 12 h., se realizará una foto de familia y a continuación, habrá una pausa para tomar un café*. A las 13 h., se celebrará la Eucaristía de inauguración del cincuentenario de la institución canónica de Cáritas Diocesana. A su término, los asistentes disfrutarán de una comida y a las 16 h., escucharán un recital de la Coral Logroñesa “San Pablo” y la Orquesta del Conservatorio de Calahorra. Un concierto con el que, sobre las 18 h., será clausurada la jornada.
Una conmemoración sencilla pero compartida
Los actos de celebración del cincuenta aniversario se sucederán a lo largo de todo el año en los distintos grupos parroquiales de Cáritas en toda la geografía riojana, con el objetivo de que esta conmemoración sea un acto compartido de ilusión.
Así, tras esta jornada inaugural, una exposición sobre los Objetivos del Milenio que podrá contemplarse este sábado en el seminario, viajará hasta Haro donde estará expuesta del 5 al 14 de febrero en el centro CajaRioja de Haro. De marzo a noviembre, en el Ateneo Riojano de Logroño tendrá lugar un ciclo de jornadas de exposición pública sobre el trabajo de Cáritas.
Asimismo, Cáritas La Rioja expondrá una muestra histórica que recorrerá los principales hitos de la entidad en su medio siglo de vida, así como la principal valía de Cáritas: sus agentes. La muestra recogerá testimonios gráficos de sus voluntarios, trabajadores, colaboradores… Los actos conmemorativos tendrán su cierre en noviembre, en la Asamblea Diocesana.
sábado, 19 de enero de 2013
Rio solidario: los migrantes. Discurso del papa para este dia
MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI PARA LA JORNADA MUNDIAL
DEL EMIGRANTE Y DEL REFUGIADO 2013
Migraciones: peregrinación de fe y esperanza
Queridos hermanos:
El Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución pastoral Gaudium et spes, ha recordado que «la Iglesia avanza juntamente con toda la humanidad» (n. 40), por lo cual «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón» (ibíd., 1). Se hicieron eco de esta declaración el Siervo de Dios Pablo VI, que llamó a la Iglesia «experta en humanidad» (Enc. Populorum progressio, 13), y el Beato Juan Pablo II, quien afirmó que la persona humana es «el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión..., camino trazado por Cristo mismo» (Enc. Centesimus annus, 53). En mi Encíclica Caritas in veritate he querido precisar, siguiendo a mis predecesores, que «toda la Iglesia, en todo su ser y obrar, cuando anuncia, celebra y actúa en la caridad, tiende a promover el desarrollo integral del hombre» (n. 11), refiriéndome también a los millones de hombres y mujeres que, por motivos diversos, viven la experiencia de la migración. En efecto, los flujos migratorios son «un fenómeno que impresiona por sus grandes dimensiones, por los problemas sociales, económicos, políticos, culturales y religiosos que suscita, y por los dramáticos desafíos que plantea a las comunidades nacionales y a la comunidad internacional» (ibíd., 62), ya que «todo emigrante es una persona humana que, en cuanto tal, posee derechos fundamentales inalienables que han de ser respetados por todos y en cualquier situación» (ibíd.).
En este contexto, he querido dedicar la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2013 al tema «Migraciones: peregrinación de fe y esperanza», en concomitancia con las celebraciones del 50 aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II y de los 60 años de la promulgación de la Constitución apostólica Exsul familia, al mismo tiempo que toda la Iglesia está comprometida en vivir el Año de la fe, acogiendo con entusiasmo el desafío de la nueva evangelización.
En efecto, fe y esperanza forman un binomio inseparable en el corazón de muchísimos emigrantes, puesto que en ellos anida el anhelo de una vida mejor, a lo que se une en muchas ocasiones el deseo de querer dejar atrás la «desesperación» de un futuro imposible de construir. Al mismo tiempo, el viaje de muchos está animado por la profunda confianza de que Dios no abandona a sus criaturas y este consuelo hace que sean más soportables las heridas del desarraigo y la separación, tal vez con la oculta esperanza de un futuro regreso a la tierra de origen. Fe y esperanza, por lo tanto, conforman a menudo el equipaje de aquellos que emigran, conscientes de que con ellas «podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino» (Enc. Spe salvi, 1).
En el vasto campo de las migraciones, la solicitud maternal de la Iglesia se realiza en diversas directrices. Por una parte, la que contempla las migraciones bajo el perfil dominante de la pobreza y de los sufrimientos, que con frecuencia produce dramas y tragedias. Aquí se concretan las operaciones de auxilio para resolver las numerosas emergencias, con generosa dedicación de grupos e individuos, asociaciones de voluntariado y movimientos, organizaciones parroquiales y diocesanas, en colaboración con todas las personas de buena voluntad. Pero, por otra parte, la Iglesia no deja de poner de manifiesto los aspectos positivos, las buenas posibilidades y los recursos que comportan las migraciones. Es aquí donde se incluyen las acciones de acogida que favorecen y acompañan una inserción integral de los emigrantes, solicitantes de asilo y refugiados en el nuevo contexto socio-cultural, sin olvidar la dimensión religiosa, esencial para la vida de cada persona. La Iglesia, por su misión confiada por el mismo Cristo, está llamada a prestar especial atención y cuidado a esta dimensión precisamente: ésta es su tarea más importante y específica. Por lo que concierne a los fieles cristianos provenientes de diversas zonas del mundo, el cuidado de la dimensión religiosa incluye también el diálogo ecuménico y la atención de las nuevas comunidades, mientras que por lo que se refiere a los fieles católicos se expresa, entre otras cosas, mediante la creación de nuevas estructuras pastorales y la valorización de los diversos ritos, hasta la plena participación en la vida de la comunidad eclesial local. La promoción humana está unida a la comunión espiritual, que abre el camino «a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo» (Carta ap. Porta fidei, 6). La Iglesia ofrece siempre un don precioso cuando lleva al encuentro con Cristo que abre a una esperanza estable y fiable.
Con respecto a los emigrantes y refugiados, la Iglesia y las diversas realidades que en ella se inspiran están llamadas a evitar el riesgo del mero asistencialismo, para favorecer la auténtica integración, en una sociedad donde todos y cada uno sean miembros activos y responsables del bienestar del otro, asegurando con generosidad aportaciones originales, con pleno derecho de ciudadanía y de participación en los mismos derechos y deberes. Aquellos que emigran llevan consigo sentimientos de confianza y de esperanza que animan y confortan en la búsqueda de mejores oportunidades de vida. Sin embargo, no buscan solamente una mejora de su condición económica, social o política. Es cierto que el viaje migratorio a menudo tiene su origen en el miedo, especialmente cuando las persecuciones y la violencia obligan a huir, con el trauma del abandono de los familiares y de los bienes que, en cierta medida, aseguraban la supervivencia. Sin embargo, el sufrimiento, la enorme pérdida y, a veces, una sensación de alienación frente a un futuro incierto no destruyen el sueño de reconstruir, con esperanza y valentía, la vida en un país extranjero. En verdad, los que emigran alimentan la esperanza de encontrar acogida, de obtener ayuda solidaria y de estar en contacto con personas que, comprendiendo las fatigas y la tragedia de su prójimo, y también reconociendo los valores y los recursos que aportan, estén dispuestos a compartir humanidad y recursos materiales con quien está necesitado y desfavorecido. Debemos reiterar, en efecto, que «la solidaridad universal, que es un hecho y un beneficio para todos, es también un deber» (Enc. Caritas in veritate, 43). Emigrantes y refugiados, junto a las dificultades, pueden experimentar también relaciones nuevas y acogedoras, que les alienten a contribuir al bienestar de los países de acogida con sus habilidades profesionales, su patrimonio socio-cultural y también, a menudo, con su testimonio de fe, que estimula a las comunidades de antigua tradición cristiana, anima a encontrar a Cristo e invita a conocer la Iglesia.
Es cierto que cada Estado tiene el derecho de regular los flujos migratorios y adoptar medidas políticas dictadas por las exigencias generales del bien común, pero siempre garantizando el respeto de la dignidad de toda persona humana. El derecho de la persona a emigrar - como recuerda la Constitución conciliar Gaudium et spes en el n. 65 - es uno de los derechos humanos fundamentales, facultando a cada uno a establecerse donde considere más oportuno para una mejor realización de sus capacidades y aspiraciones y de sus proyectos. Sin embargo, en el actual contexto socio-político, antes incluso que el derecho a emigrar, hay que reafirmar el derecho a no emigrar, es decir, a tener las condiciones para permanecer en la propia tierra, repitiendo con el Beato Juan Pablo II que «es un derecho primario del hombre vivir en su propia patria. Sin embargo, este derecho es efectivo sólo si se tienen constantemente bajo control los factores que impulsan a la emigración» (Discurso al IV Congreso mundial de las Migraciones, 1998). En efecto, actualmente vemos que muchas migraciones son el resultado de la precariedad económica, de la falta de bienes básicos, de desastres naturales, de guerras y de desórdenes sociales. En lugar de una peregrinación animada por la confianza, la fe y la esperanza, emigrar se convierte entonces en un «calvario» para la supervivencia, donde hombres y mujeres aparecen más como víctimas que como protagonistas y responsables de su migración. Así, mientras que hay emigrantes que alcanzan una buena posición y viven con dignidad, con una adecuada integración en el ámbito de acogida, son muchos los que viven en condiciones de marginalidad y, a veces, de explotación y privación de los derechos humanos fundamentales, o que adoptan conductas perjudiciales para la sociedad en la que viven. El camino de la integración incluye derechos y deberes, atención y cuidado a los emigrantes para que tengan una vida digna, pero también atención por parte de los emigrantes hacia los valores que ofrece la sociedad en la que se insertan.
En este sentido, no podemos olvidar la cuestión de la inmigración irregular, un asunto más acuciante en los casos en que se configura como tráfico y explotación de personas, con mayor riesgo para mujeres y niños. Estos crímenes han de ser decididamente condenados y castigados, mientras que una gestión regulada de los flujos migratorios, que no se reduzca al cierre hermético de las fronteras, al endurecimiento de las sanciones contra los irregulares y a la adopción de medidas que desalienten nuevos ingresos, podría al menos limitar para muchos emigrantes los peligros de caer víctimas del mencionado tráfico. En efecto, son muy necesarias intervenciones orgánicas y multilaterales en favor del desarrollo de los países de origen, medidas eficaces para erradicar la trata de personas, programas orgánicos de flujos de entrada legal, mayor disposición a considerar los casos individuales que requieran protección humanitaria además de asilo político. A las normativas adecuadas se debe asociar un paciente y constante trabajo de formación de la mentalidad y de las conciencias. En todo esto, es importante fortalecer y desarrollar las relaciones de entendimiento y de cooperación entre las realidades eclesiales e institucionales que están al servicio del desarrollo integral de la persona humana. Desde la óptica cristiana, el compromiso social y humanitario halla su fuerza en la fidelidad al Evangelio, siendo conscientes de que «el que sigue a Cristo, Hombre perfecto, se perfecciona cada vez más en su propia dignidad de hombre» (Gaudium et spes, 41).
Queridos hermanos emigrantes, que esta Jornada Mundial os ayude a renovar la confianza y la esperanza en el Señor que está siempre junto a nosotros. No perdáis la oportunidad de encontrarlo y reconocer su rostro en los gestos de bondad que recibís en vuestra peregrinación migratoria. Alegraos porque el Señor está cerca de vosotros y, con Él, podréis superar obstáculos y dificultades, aprovechando los testimonios de apertura y acogida que muchos os ofrecen. De hecho, «la vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía» (Enc. Spe salvi, 49).
Encomiendo a cada uno de vosotros a la Bienaventurada Virgen María, signo de segura esperanza y de consolación, «estrella del camino», que con su maternal presencia está cerca de nosotros cada momento de la vida, y a todos imparto con afecto la Bendición Apostólica.
Ciudad del Vaticano, 12 de octubre de 2012
BENEDICTO PP. XVI
DEL EMIGRANTE Y DEL REFUGIADO 2013
Migraciones: peregrinación de fe y esperanza
Queridos hermanos:
El Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución pastoral Gaudium et spes, ha recordado que «la Iglesia avanza juntamente con toda la humanidad» (n. 40), por lo cual «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón» (ibíd., 1). Se hicieron eco de esta declaración el Siervo de Dios Pablo VI, que llamó a la Iglesia «experta en humanidad» (Enc. Populorum progressio, 13), y el Beato Juan Pablo II, quien afirmó que la persona humana es «el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión..., camino trazado por Cristo mismo» (Enc. Centesimus annus, 53). En mi Encíclica Caritas in veritate he querido precisar, siguiendo a mis predecesores, que «toda la Iglesia, en todo su ser y obrar, cuando anuncia, celebra y actúa en la caridad, tiende a promover el desarrollo integral del hombre» (n. 11), refiriéndome también a los millones de hombres y mujeres que, por motivos diversos, viven la experiencia de la migración. En efecto, los flujos migratorios son «un fenómeno que impresiona por sus grandes dimensiones, por los problemas sociales, económicos, políticos, culturales y religiosos que suscita, y por los dramáticos desafíos que plantea a las comunidades nacionales y a la comunidad internacional» (ibíd., 62), ya que «todo emigrante es una persona humana que, en cuanto tal, posee derechos fundamentales inalienables que han de ser respetados por todos y en cualquier situación» (ibíd.).
En este contexto, he querido dedicar la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2013 al tema «Migraciones: peregrinación de fe y esperanza», en concomitancia con las celebraciones del 50 aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II y de los 60 años de la promulgación de la Constitución apostólica Exsul familia, al mismo tiempo que toda la Iglesia está comprometida en vivir el Año de la fe, acogiendo con entusiasmo el desafío de la nueva evangelización.
En efecto, fe y esperanza forman un binomio inseparable en el corazón de muchísimos emigrantes, puesto que en ellos anida el anhelo de una vida mejor, a lo que se une en muchas ocasiones el deseo de querer dejar atrás la «desesperación» de un futuro imposible de construir. Al mismo tiempo, el viaje de muchos está animado por la profunda confianza de que Dios no abandona a sus criaturas y este consuelo hace que sean más soportables las heridas del desarraigo y la separación, tal vez con la oculta esperanza de un futuro regreso a la tierra de origen. Fe y esperanza, por lo tanto, conforman a menudo el equipaje de aquellos que emigran, conscientes de que con ellas «podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino» (Enc. Spe salvi, 1).
En el vasto campo de las migraciones, la solicitud maternal de la Iglesia se realiza en diversas directrices. Por una parte, la que contempla las migraciones bajo el perfil dominante de la pobreza y de los sufrimientos, que con frecuencia produce dramas y tragedias. Aquí se concretan las operaciones de auxilio para resolver las numerosas emergencias, con generosa dedicación de grupos e individuos, asociaciones de voluntariado y movimientos, organizaciones parroquiales y diocesanas, en colaboración con todas las personas de buena voluntad. Pero, por otra parte, la Iglesia no deja de poner de manifiesto los aspectos positivos, las buenas posibilidades y los recursos que comportan las migraciones. Es aquí donde se incluyen las acciones de acogida que favorecen y acompañan una inserción integral de los emigrantes, solicitantes de asilo y refugiados en el nuevo contexto socio-cultural, sin olvidar la dimensión religiosa, esencial para la vida de cada persona. La Iglesia, por su misión confiada por el mismo Cristo, está llamada a prestar especial atención y cuidado a esta dimensión precisamente: ésta es su tarea más importante y específica. Por lo que concierne a los fieles cristianos provenientes de diversas zonas del mundo, el cuidado de la dimensión religiosa incluye también el diálogo ecuménico y la atención de las nuevas comunidades, mientras que por lo que se refiere a los fieles católicos se expresa, entre otras cosas, mediante la creación de nuevas estructuras pastorales y la valorización de los diversos ritos, hasta la plena participación en la vida de la comunidad eclesial local. La promoción humana está unida a la comunión espiritual, que abre el camino «a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo» (Carta ap. Porta fidei, 6). La Iglesia ofrece siempre un don precioso cuando lleva al encuentro con Cristo que abre a una esperanza estable y fiable.
Con respecto a los emigrantes y refugiados, la Iglesia y las diversas realidades que en ella se inspiran están llamadas a evitar el riesgo del mero asistencialismo, para favorecer la auténtica integración, en una sociedad donde todos y cada uno sean miembros activos y responsables del bienestar del otro, asegurando con generosidad aportaciones originales, con pleno derecho de ciudadanía y de participación en los mismos derechos y deberes. Aquellos que emigran llevan consigo sentimientos de confianza y de esperanza que animan y confortan en la búsqueda de mejores oportunidades de vida. Sin embargo, no buscan solamente una mejora de su condición económica, social o política. Es cierto que el viaje migratorio a menudo tiene su origen en el miedo, especialmente cuando las persecuciones y la violencia obligan a huir, con el trauma del abandono de los familiares y de los bienes que, en cierta medida, aseguraban la supervivencia. Sin embargo, el sufrimiento, la enorme pérdida y, a veces, una sensación de alienación frente a un futuro incierto no destruyen el sueño de reconstruir, con esperanza y valentía, la vida en un país extranjero. En verdad, los que emigran alimentan la esperanza de encontrar acogida, de obtener ayuda solidaria y de estar en contacto con personas que, comprendiendo las fatigas y la tragedia de su prójimo, y también reconociendo los valores y los recursos que aportan, estén dispuestos a compartir humanidad y recursos materiales con quien está necesitado y desfavorecido. Debemos reiterar, en efecto, que «la solidaridad universal, que es un hecho y un beneficio para todos, es también un deber» (Enc. Caritas in veritate, 43). Emigrantes y refugiados, junto a las dificultades, pueden experimentar también relaciones nuevas y acogedoras, que les alienten a contribuir al bienestar de los países de acogida con sus habilidades profesionales, su patrimonio socio-cultural y también, a menudo, con su testimonio de fe, que estimula a las comunidades de antigua tradición cristiana, anima a encontrar a Cristo e invita a conocer la Iglesia.
Es cierto que cada Estado tiene el derecho de regular los flujos migratorios y adoptar medidas políticas dictadas por las exigencias generales del bien común, pero siempre garantizando el respeto de la dignidad de toda persona humana. El derecho de la persona a emigrar - como recuerda la Constitución conciliar Gaudium et spes en el n. 65 - es uno de los derechos humanos fundamentales, facultando a cada uno a establecerse donde considere más oportuno para una mejor realización de sus capacidades y aspiraciones y de sus proyectos. Sin embargo, en el actual contexto socio-político, antes incluso que el derecho a emigrar, hay que reafirmar el derecho a no emigrar, es decir, a tener las condiciones para permanecer en la propia tierra, repitiendo con el Beato Juan Pablo II que «es un derecho primario del hombre vivir en su propia patria. Sin embargo, este derecho es efectivo sólo si se tienen constantemente bajo control los factores que impulsan a la emigración» (Discurso al IV Congreso mundial de las Migraciones, 1998). En efecto, actualmente vemos que muchas migraciones son el resultado de la precariedad económica, de la falta de bienes básicos, de desastres naturales, de guerras y de desórdenes sociales. En lugar de una peregrinación animada por la confianza, la fe y la esperanza, emigrar se convierte entonces en un «calvario» para la supervivencia, donde hombres y mujeres aparecen más como víctimas que como protagonistas y responsables de su migración. Así, mientras que hay emigrantes que alcanzan una buena posición y viven con dignidad, con una adecuada integración en el ámbito de acogida, son muchos los que viven en condiciones de marginalidad y, a veces, de explotación y privación de los derechos humanos fundamentales, o que adoptan conductas perjudiciales para la sociedad en la que viven. El camino de la integración incluye derechos y deberes, atención y cuidado a los emigrantes para que tengan una vida digna, pero también atención por parte de los emigrantes hacia los valores que ofrece la sociedad en la que se insertan.
En este sentido, no podemos olvidar la cuestión de la inmigración irregular, un asunto más acuciante en los casos en que se configura como tráfico y explotación de personas, con mayor riesgo para mujeres y niños. Estos crímenes han de ser decididamente condenados y castigados, mientras que una gestión regulada de los flujos migratorios, que no se reduzca al cierre hermético de las fronteras, al endurecimiento de las sanciones contra los irregulares y a la adopción de medidas que desalienten nuevos ingresos, podría al menos limitar para muchos emigrantes los peligros de caer víctimas del mencionado tráfico. En efecto, son muy necesarias intervenciones orgánicas y multilaterales en favor del desarrollo de los países de origen, medidas eficaces para erradicar la trata de personas, programas orgánicos de flujos de entrada legal, mayor disposición a considerar los casos individuales que requieran protección humanitaria además de asilo político. A las normativas adecuadas se debe asociar un paciente y constante trabajo de formación de la mentalidad y de las conciencias. En todo esto, es importante fortalecer y desarrollar las relaciones de entendimiento y de cooperación entre las realidades eclesiales e institucionales que están al servicio del desarrollo integral de la persona humana. Desde la óptica cristiana, el compromiso social y humanitario halla su fuerza en la fidelidad al Evangelio, siendo conscientes de que «el que sigue a Cristo, Hombre perfecto, se perfecciona cada vez más en su propia dignidad de hombre» (Gaudium et spes, 41).
Queridos hermanos emigrantes, que esta Jornada Mundial os ayude a renovar la confianza y la esperanza en el Señor que está siempre junto a nosotros. No perdáis la oportunidad de encontrarlo y reconocer su rostro en los gestos de bondad que recibís en vuestra peregrinación migratoria. Alegraos porque el Señor está cerca de vosotros y, con Él, podréis superar obstáculos y dificultades, aprovechando los testimonios de apertura y acogida que muchos os ofrecen. De hecho, «la vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía» (Enc. Spe salvi, 49).
Encomiendo a cada uno de vosotros a la Bienaventurada Virgen María, signo de segura esperanza y de consolación, «estrella del camino», que con su maternal presencia está cerca de nosotros cada momento de la vida, y a todos imparto con afecto la Bendición Apostólica.
Ciudad del Vaticano, 12 de octubre de 2012
BENEDICTO PP. XVI
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